Por Juan Manuel Fabricius

Ulises y las sirenas

Ulises era el rey de Ítaca, una pequeña isla griega del mar Jónico, de donde partió hacia la guerra de Troya, según cuentan los poemas épicos atribuidos a Homero

Tras las batallas, que duraron diez años, inició el regreso a su tierra junto a sus tropas.

Otra década entera tardó Ulises en llegar y reencontrarse con su esposa Penélope y su hijo Telémaco, tras atravesar un sinfín de peripecias y desventuras. Una de las más conocidas remite al canto de las sirenas.

Estos seres habitaban en cercanías de una isla rocosa situada al sur de Italia, rodeada de arrecifes. Poseían una voz tan bella como hipnótica, que hacía desfallecer a los marineros logrando que sus embarcaciones naufraguen contra las afiladas rocas. Pero Ulises logró salir ileso, haciendo que su tripulación se taponara los oídos con cera. En cuanto a él, deseoso de oír esas bellas voces, pidió que lo aten firmemente al palo mayor para evitar caer en su influjo.

En una reciente entrevista con el periodista Andrés Oppenheimer, de la CNN, el Presidente de la Nación Javier Milei declaró: “Para nosotros, el déficit cero es como el palo mayor para Ulises”. Y no conforme con la analogía, agregó: “Y la gente que trabaja conmigo está encargada de pegarle unos cuantos tiros a las sirenas que aparezcan”.

En relación a la primera frase, su significado está bastante claro. Si algo ha hecho Milei en estos casi cuatro meses de gobierno, es ajustar las cuerdas de las cuentas todo lo que pudo con tal de lograr el ansiado 0.

En aras de ese objetivo, aplicó recortes en todas las áreas que consideró redundantes. O mejor dicho, podas, que ensamblan mejor con su concepto de motosierra. Es que la manera de reducir gastos del Presidente se parece mucho más a una poda ruda y tosca de gruesas ramas del Estado, que a un fino recorte de tijeras o el delicado trazo de un bisturí.

Así, cada vez que cierra un ministerio, área o departamento, o cuando ordena el despido de un número x de trabajadores, Milei no se detiene a evaluar quiénes son ñoquis y quiénes han trabajado con honestidad y esfuerzo durante años: “¡Afuera!” es su lema, que mete a todos en la misma bolsa. En su visión, las ataduras que lo ligan al palo mayor del déficit 0 le impiden ocuparse de estas dilatorias valoraciones.

Pero lo más llamativo es la segunda parte de su expresión. ¿Quiénes son las sirenas que amenazan sus planes, y que sus adláteres deben “pegarle unos tiros”?

Tal vez se refiere a los gobernadores e intendentes, que, sea por compromisos ya acordados o por catástrofes climáticas, le solicitaron sin éxito una ayuda para ciudadanos y damnificados. O a los diputados y senadores que le proponen acuerdos razonables, en lugar de la pretendida sumisión.

O quizás son esos jubilados y trabajadores que piden mejoras en su poder adquisitivo, bombardeado por un ajuste que iba a pagar una casta que ya nadie sabe quién es. O los enfermos oncológicos, comedores populares, universidades, bibliotecas populares, entre tantos que aún no entienden por qué son víctimas de un gobierno que –en muchos casos- votaron.

O en una de esas, son los que esperan respuestas de un ministro de Salud que, en plena propagación masiva de dengue, aún no se le conoce nombre ni cara porque –en total coherencia con la idea del Estado que no sirve- cree mejor dejar al pueblo librado a su suerte antes que destinar recursos para paliar la situación.

Nuestro Ulises vernáculo se aferra al palo mayor de su plan, aunque en la calle arrecien tempestades y suenen sirenas, pero de emergencia. Confiará en la suerte de aquél, que logró atravesar indemne los arrecifes. Ojalá culmine allí su semejanza: el protagonista de La Odisea llegó finalmente a su hogar, pero solo y con su embarcación destrozada por los dioses, que a la larga dejaron de acompañarlo.


Juan Manuel Fabricius

Licenciado en Periodismo y Profesor de Educación Primaria. Director y cofundador de Radio Municipal Villaguay

juanmanuelfabricius@gmail.com